¿Queremos que sean niños exitosos o felices?

Ambas, responderás tal vez. Entonces surge una segunda pregunta: ¿acaso estamos tan convencidos que son lo mismo que no notamos la diferencia?


El éxito es un concepto mucho más relacionado al logro profesional y económico. La felicidad en cambio nos acerca más a la indefinible plenitud que brinda el ser dichoso reconociendo la belleza en lo cotidiano, sin buscarle provecho ni propósito.

Quienes promueven la formación de los niños para ser exitosos introducen el dinero como fin; en la crianza los padres y en la educación los colegios. Esta idea está implícita en cada curso, taller, deporte, asignación y hábito que se les inculca. Al final se cría a los niños para tener más, no para ser más ( o para ser más por tener más).

Para saber si podemos diferenciar éxito de felicidad, aquí encontrarás algunas definiciones.

Qué es un niño exitoso


El niño exitoso no es solo aquel que busca ganar todas las medallas, sino que cuando recibe la de plata, se la quita.

El niño exitoso es siempre primer puesto en clase, excelencia en su promoción.

El niño exitoso obedece a sus padres en todo sin opción a elegir, sugerir o negarse. Sus amistades son elegidas por todos, menos por él. No juega en parques, no se ensucia, no realiza manualidades.

Un niño exitoso no es amigo de los otros niños, es líder o compite con ellos. No presta sus juguetes, los administra. No va a misa si no hay nadie ahí que lo vea ir.

Un niño exitoso no persigue sus sueños, logra objetivos. No juega en el jardín por el placer de revolcarse en el jardín buscando hojas secas, entrena.

Un niño exitoso va a clases de inglés intensivo desde los 4 años, toca piano y juega tenis, así no le guste.

Un niño exitoso no sale a jugar pelota a la calle, sino que organiza campeonatos, distribuye jugadores, es el capitán del equipo y se dedica a transformar un divertido partido de fútbol en un reportaje de cómo sobrevivir en la selva.





A un niño exitoso sus papás no lo abrazan por un arranque de ternura, salvo que haya sacado A+ en matemática o que haya logrado el primer puesto en la feria de ciencias del colegio.

Con un niño exitoso los papás no juegan a la guerrita, arman estrategias (cuando tienen tiempo). Las sobremesas en casa no tendrán bromas, ni anécdotas. Solo sermones de "cuando yo era niño..."

Un niño exitoso no tiene amigos, tiene competencia potencial. No tiene compañeros de juego, tiene recursos que pueden servirle en provecho propio.

Un niño exitoso es más que inteligente, es listo. Puede permitirse ser simpático, pero nunca empático.

Un niño exitoso no muestra solidaridad, empatía o tolerancia si no es porque le conviene para lograr algo.

Un niño exitoso no se gasta una moneda de su propina en dulces, ahorra todo para ser millonario.

Un niño exitoso no entrega nada a cambio de nada, mínimo presta o condiciona.

Un niño exitoso no se sube a un carrusel, es el mundo el que gira a su alrededor.

Un niño exitoso no aprecia lo que le rodea, lo tasa.

Cuando crezca, un niño exitoso difícilmente unirá su vida con la mujer que ama, porque lo más probable es que no sea la que le conviene. Aprenderá que el amor es igual a posesión.

Un niño exitoso estudiará en un colegio que priorice la ciencia sobre el espíritu, el orden sobre la inspiración y estudiará en una universidad o instituto la carrera que sus padres elijan para él.

Tampoco seguirá la profesión para la que tenía vocación y aptitudes porque no era rentable.

Aceptará que la felicidad vale más si se logra con sufrimiento y que esa felicidad no es otra cosa que tener el auto, la casa y el estilo de vida de los exitosos que salen en las primeras planas de las revistas. Pensar así le impedirá reconocer las muchas felicidades que explotarán para él en el camino.

Ahora bien ¿cuántos de esos niños lograrán ese objetivo? ¿Cuántos de ellos voltearán la mirada a ver el camino andado con la sensación de que perdieron algo, pero sin saber qué? ¿Cuántos serán felices entonces?¿Queremos que tengan que hacerse esa pregunta?¿O que nos la pregunten a nosotros con el rencor en la mirada?

Reflexionemos entonces sobre qué es lo que realmente queremos para nuestros hijos, qué idea de felicidad les estamos enseñando. Intentemos acompañarlos en su búsqueda pero dejándolos ser felices a su manera, no a la nuestra. Entonces serán felices de verdad.

Sigue leyendo: ¿Reconocemos y promovemos el talento de nuestros niños?


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